
“¿Por qué me cuesta tanto papá? Hijo, tranquilo, sigue esforzándote, que seguro lo acabarás consiguiendo.” Cuando la cruda realidad, es que el encargado de repartir los talentos, olvidó posar la varita sobre el hombro derecho del pobre chaval y el resultado es un perro de presa, cuya única posibilidad de éxito es la entrega total en cada cosa que hace. Es decir, estamos ante un oficinista, charcuteur (pronunciadó sarkuté), salchichero o portera de discoteca.
“¡¡Lo he dado todo macho!! No puedo con mis huevos, y además, Guti H. no se mueve”, suspira Salgado después de un partido a un compañero de equipo, que le devuelve una mirada de asombro al sudoroso gallego.
“Hijo mío, no pasa nada, tu corre más que ellos”. Esta frase debió escuchar Michel y muchos otros de la boca de las personas que más les quieren en este mundo: sus papás y sus mamás.
Si eres uno de los que ha sufrido estos comentarios de sus progenitores, échate a temblar, porque chico vas a sudar para conseguir lo que a otros, los agraciados por la divinidad, tan poco les cuesta. Es más, verás como estos últimos, que parecen andar a cámara lenta, que se atusan la melena con los cinco dedos bien estirados, sacan el puñito cada vez que les sale algo bien y se les dibuja una media sonrisilla con su polo rosa-cuellos hacia arriba, reloj correa naranja, al tiempo que hacen cola para pedirse un té y unas pastas en sitios como Embassy, mientras comentan tus actuaciones con frases del pelo:
“Fíjate en el salchichero de Juan, menuda sudada maneja”.
“Hay que reconocer que le ha echado dos huevos”.
“¡Qué mérito tiene, con lo malo que es!”.
“A cojones, nadie le gana”.
“¡¡Pero deja de correr de una vez, puta portera!!”
No hacen ruido, permanecen en un discreto segundo plano, se mueven cómodos en el barro, suelen hacer caja, nunca quedan primeros y después del curro se comen una buena hamburguesa-club con bien de salsa “Maillé” en la cafetería, solos, se toman una TAB y se marchan a casa, esperando al entrenamiento del día siguiente. Porque viven para el trabajo, creen en el esfuerzo diario, están convencidos que sudar es la llave del éxito o al menos, el del suyo personal.
“Aquí nadie regala nada” repiten incesantemente y lo cierto es que mérito no les falta. Nuestra admiración será su compañera de viaje por siempre. Porque al que todo lo da, nada se le puede echar en cara y ahí reside el mérito de nuestros protagonistas. Nadie les regaló nada, juegan con desventaja, lo aceptan, luchan contra viento y marea y a veces… ganan.
David Ferrer, El Cat, Gattuso, Jim Furyk y Sebastian Grosjean, saben de lo que hablo.